Francisco Suniaga: "El poder es casi una locura en sí mismo"

“Dieter Schlegel se acercó a la baranda, observó por largo rato el paisaje marino que tenía enfrente y concluyó que el Dios creador de aquel pedazo de naturaleza no podía ser alemán. El Dios que dio origen a ese espacio no tuvo escuela ni siguió método alguno, carecía de un sentido armonioso de la composición y era evidente que privilegiaba sus caprichos por encima de cualquier principio estético”. Así comienza La otra isla, la primera novela de Francisco Suniaga. Una historia que muestra una Margarita contraria a la de las postales, sin playas paradisíacas para turistas, sin los centros comerciales, sin las tiendas de puerto libre. En esta isla, la otra, hay burocracia, secretos, barbarie, sexo, locura.  
Suniaga nació en La Asunción en 1954, es profesor egresado del Instituto Pedagógico de Caracas y abogado de la Universidad Santa María. Cursó posgrado en la Universidad Central de Venezuela y en Columbia University. Después de La otra isla, publicada en 2005, a los 51 años de edad, escribió El pasajero de Truman, una novela sobre la locura de Diógenes Escalante, el candidato del general Isaías Medina Angarita, aceptado por los jóvenes ambiciosos de Acción Democrática, para ocupar la presidencia en 1946. Otros dos libros llevan su firma: Pequeños, talentosos y esforzados y Margarita Infanta.
-¿Llegó tarde a la publicación pero no a la escritura?
-Tarde es una relatividad. ¿Tarde en relación a qué o a quién? Creo que simplemente publiqué cuando correspondía, de acuerdo con lo que fue el desarrollo de mi vida. No fue sino hasta los 50 años de edad que decidí escribir una obra de ficción. Concebí a La otra isla como un cuento y después se convirtió en algo de más fuelle. En la década de los 70 comencé a escribir relatos cortos, de los cuales rescaté algunos para Margarita Infanta. Había escrito para publicaciones periódicas, pero no ficción narrativa.
-¿Cómo llegó el manuscrito de La otra isla a Oscar Todtmann Editores?
-Fue producto de una casualidad. Envié el manuscrito a la Bienal José Rafael Pocaterra y no lo tomaron en cuenta. Yo era muy tímido, no iba a ir a los 50 años de edad a una editorial diciendo que escribí una novela. Leí una entrevista que le hicieron a Oscar Todtmann en El Nacional en la que decía que no publicaba autores nacionales porque no le llegaban propuestas. Le mandé la mía y dos meses después me llamó para decirme que estaba interesado en publicarla. La novela salió y tuvo acogida cálida por parte de la crítica y el público.
-¿Por qué decidió publicar después en Random House Mondadori?
-Recibí una oferta de varias editoriales, pero opté por Random House Mondadori porque es una editorial de mayor músculo que podía ayudarme a una promoción rápida que yo en función de la edad necesito.
-La otra isla se publicó en 2005, ¿Cuándo la escribió?
-El proyecto que tenía para sentarme a escribir era un libro sobre Diógenes Escalante, que no tenía ni siquiera título. Estaba en el proceso de investigación que era muy largo, revisando documentos, hablando con María Teresa, hija de Escalante, y con Hugo Orozco, su asistente. Conseguir esas entrevistas fue muy difícil, porque no eran proclives a hablar, pero conmigo ellos fueron generosos.
-¿Y con Ramón J. Velásquez?
-Con él fue más fácil hablar. Ya había escrito sobre Escalante, el desconocido era Orozco, de quien me enteré haciendo la investigación. En medio de ese proceso ocurre un incidente: un alemán se ahoga en Margarita. La hija, a través del consulado en Frankfurt, quiso saber qué pasó y no pudo averiguar nada. La anécdota me llamó mucho la atención y quise escribir un pequeño relato, pero evidentemente tenía muchas cosas que decir de Margarita.
-Y también de la cultura alemana.
-Escribí la novela en Alemania, donde estuve un par de años. Antes había estudiado en Estados Unidos. El carácter germánico tiene unos rasgos únicos. Son predecibles y regulares. Cumplen con las pautas y con lo que se presume que la gente debe hacer. Los alemanes tienen un libro para los nombres, si el nombre que deseas poner a tu hijo no está ahí, no puedes usarlo. Cuando alguien con esa formación viene a un mundo como el nuestro donde los parámetros occidentales son una referencia, pero no la única, tiene un choque.
-Wolfgang Kreutzer y Diógenes Escalante, los protagonistas de sus dos novelas, se vuelven locos.
-Se pierden en la locura, casi con todo dado para triunfar. Ocurre en ambos casos. En La otra isla esa ludopatía muy particular en un contexto natural y humano que casi es intraducible para Wolfgang. La locura aparece porque él siente que pierde vínculos con el mundo y en un momento dado parece que el único vínculo son los gallos de pelea. En El pasajero de Truman, la locura de Escalante es más dramática porque le ocurre al salvador, esa figura que parece que los venezolanos la tenemos en la impronta genética. Ese alguien nos va a salvar de algo.
-El protagonista de La otra isla es alemán y Escalante, aunque es tachirense, es alguien que regresa después de vivir décadas afuera, que tiene un choque cuando vuelve a Venezuela.
-Sí un extranjero, en el sentido de ser extraño. Siempre hay un impacto cuando se regresa del exterior a Venezuela. Para un venezolano que está en sus cabales es un impacto manejable. Vuelta a la patria de Pérez Bonalde es el registro de un impacto, pero uno que lo emociona, lo exalta, que le remueve un montón de emociones, pero sin enloquecer. En determinadas circunstancias ese impacto puede tener un efecto devastador.
-En La otra isla también está Richard, un personaje que tiene un día de suerte, se acuesta con la alemana y cree que toca el cielo.
-Todos somos Richard. Siempre hay un sustrato que ha estado en nuestra literatura y en nuestra historia, el moreno que quiere a la blanca y la blanca que también quiere al moreno, no es nada nuevo.
-Pero no es sólo algo sexual, Richard cree que se sacó la lotería, que se convertirá en jefe del negocio en el que trabaja como empleado, que como él mismo dice encontró el chance de resolverse.
-Los venezolanos siempre estamos detrás de un golpe de suerte, no creo que a Richard haya que darle muchas vueltas. Siempre, sobre todo cuando se es joven, se piensa que hay una oportunidad, que va a llegar un gran momento y nos va a catapultar, eso creo que está en el pensamiento de nosotros.
-En La otra isla también hay referencias a El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad y a El llano en llamas de Juan Rulfo.
-La referencia más que a Conrad es a la literatura anglosajona, de la cual yo soy amante. De alguna manera Wolfgang es Kurtz, el protagonista de El corazón de las tinieblas. Ambos se adentran en un mundo del que no tienen la clave y cometen dentro de lo que ellos llaman barbarie, actos aún más bárbaros. Wolfgang le arranca el pescuezo a un gallo, algo que ningún gallero haría. En el caso de Rulfo, tiene que ver con la traducción en el contexto de la literatura actual y de siempre. ¿Cómo traducir a Rulfo? ¿Cómo traducir a alguien cuya vinculación con su propio idioma es de tal naturaleza que pareciera que no es posible entenderlo en un idioma que no sea el español? Ni siquiera el español en términos generales, sino el español de México. Recuerdo la anécdota de Carlos Barral cuando lee el manuscrito de El llano en llamas dijo que necesitaba un traductor al español. Encontré el cuento Luvina traducido al inglés por Carlos Fuentes en una antología de cuentos latinoamericanos. La traducción es una creación en sí misma, no es que te la copias, sino que traduces de un sistema de pensamiento a otro, es algo complejo.
-¿El poder y la locura están relacionados en Venezuela?
-El perfil del poderoso en nuestro país desde Simón Bolívar para acá suele ser heroico: José Antonio Páez, los hermanos Monagas, Guzmán Blanco, Cipriano Castro. En un momento se deja de jugar al héroe. Ni Rómulo Betancourt, ni Raúl Leoni, ni Rafael Caldera son heroicos, pero Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez sí. Son personajes que no construyen, los héroes no están para eso, sino para grandes hazañas. Hace falta alguien que vaya poniendo orden en el caos que van creando. El poder distorsiona, el poder es casi una locura en sí mismo, pero hay distintas formas de ejercerlo. Detrás de todo hombre poderoso, detrás de cada megalómano, hay un hombre que tiene miedo y pretende con la acumulación de poder reducir la incertidumbre de vivir entre los demás. Pretende gobernar todas las variables, incluso la naturaleza. Hay una contradicción en el poderoso, en el fondo tiene un gran temor a vivir.

Páginas sobre la infancia
Además de dos novelas, Francisco Suniaga ha publicado Pequeños, talentosos y esforzados y Margarita Infanta. El primero es una recopilación del trabajo de diez niños que hacen arte en medio de la inflación y la delincuencia que azota a Caracas. “Un libro que se hizo inicialmente para una corporación que después desistió de comprarlo, preferí publicarlo aunque fue un mal negocio. Resalta a un grupo de niños maravillosos”. El segundo es un registro y anecdotario de la infancia de Suniaga. “Un mundo que ya no existe, la Margarita bucólica de los 60, antes de la televisión, antes de que el hombre llegara a la luna”.
La foto de Francisco Suniaga fue tomada por Pablo Ron.

Comentarios

  1. Me gustó mucho la entrevista, Doug. ¿Es reciente? ¿La publicaste en otra parte?

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  2. Gracias Ramón. La hice después de carnaval. Una versión de la entrevista se publicó en la revista de Consecomercio de abril de este año. Saludos.

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